Como bien dice el refrán, “al que madruga dios le ayuda”. En este arte generalmente nuestra tendencia es la de levantarnos a horas muy tempranas para practicar la pesca aunque depende de la modalidad que practiquemos. Lo que es cierto es que muchas veces o llegas a primerísima hora, o no pescas nada.
Esta fue una jornada de esas. Teníamos claro que pescado había, pero el parte del día y de la mar era muy negativo. Un día soleado y con 0, 8 de oleaje unido al viento sur lo que significaba el mar “plato”. No nos quedaba otra que bajar a las rocas de noche con la linterna frontal, poco a poco y con precaución.
Una vez abajo y con la retina adaptándose a la poca luz que teníamos, macizamos las puestas y a montar las cañas.
Las primeras capturas no se hicieron esperar, y los primeros sargos salieron en los lances iniciales. La actividad era alta y las picadas se sucedían una tras otra. Salía pescado de todos los tamaños. Era un disfrute continuo.
Aunque el golpe era escaso para esta pesca la agresividad en las picadas te hacia estar muy atento para conseguir la clavada.
Teníamos que ir afinando a la vez que había más luz en el día. Empezando con 0,28 mm por si aparecía alguno gordo y acabando con terminales de 0,20 mm. Con ello conseguíamos seguir sacando pescado.
La salida del sol que estaba oculto detrás de la montaña nos lleno de luz la zona de pesca y terminó con las picadas y por supuesto con nuestra jornada. Fueron tres horas de pesca intensa con muchísimas capturas. Soltamos muchos peces palmeros y algún susto con alguna picada que no logramos sacar también tuvimos. Una pesca de lo más entretenida. Si no llegamos a madrugar tanto, nunca la hubiésemos conseguido.
Vista del pedrero en nuestra salida.
Hasta pronto…